sábado, 28 de febrero de 2009

Dibujicos II

Este dibujo lo hice en el trabajo mientras me estaba cagando encima. Tardé varias horas en poder defecar, creo que el resultado muestra bastante esta idea.

Recuerdo que cuando era pequeño y estaba en la cama intentando dormir a veces me entraban unas terribles ganas de mear. En estos casos me daba mucho palo salir de la habitación y hacer todas las gestiones habituales del meandro por lo que intentaba aguantarme. Aguantaba mucho pero en el fondo sabía que no podría hacerlo durante 6 horas más. Era una lucha perdida. Aguantaba por nada, como hacemos habitualmente los adultos. Ya sabéis, el trabajo, las mujeres...la vida en general. En fin, volviendo al tema, en esos momentos en que tenía la bufeta excesivamente llena el palo de ir al baño era tal que meaba sin salir de la habitación. A parte del palo de ir al baño también me daba cierta vergüenza que mis padres o "alguien" me oyera mear varias veces durante la noche, rollo "este niño de mierda no para de mear, TIENE UN PROBLEMA EN LA POLLA" y tuvieran que llevarme al MÉDICO. El caso es que, a modo de solución, meaba en mi albornoz. Sí. Me levantaba y me sacaba el pene y lo enredaba entre los pliegues de mi albornoz, entonces, y muy poco a poco, iba meando (soltando destellos de orín) dentro del tejido absorbente del albornoz (era como una toalla). El proceso podía tardar varios minutos ya que, a parte de que tenía bastantes litros de meado en el cuerpo, para que el líquido no se derramara tenía que ir a la velocidad adecuada para que el tejido puediera absorber el meado. Como pueden deducir, a veces tenía que parar porque el tejido se antojaba húmedo al tacto de mis manos prietas y tenía que cambiar mi polla de sitio, con eso me refiero a un sitio nuevo y seguro preparado para absorber el orín. El caso es que al final me había meado en el albornoz entero. Lo había hecho muy lentamente, trocito a trocito, con sumo cuidado, cual relojero suizo. A veces el albornoz goteaba y me sentía culpable, me sentía un guarro y una criatura inhumana. Lo bueno del truco este es que la noche siguiente algo de la naturaleza de los líquidos había hecho que el meado desapareciera del interior del albornoz y pudiera volver a repetir esta práctica.

Aún hoy, de vez en cuando (cuando creo que algún ladrón puede haber entrado en casa y me da miedo salir para que no me mate [solo quiero que se pille lo que quiera y se largue rápido] o cuando voy borracho y veo peligroso llegar al baño) rememoro esta práctica infantil del inodoro-albornoz. Es una suerte de ejercicio que puede solucionarles situaciones ciertamente incómodas.

En fin, voy a escuchar el 12" de Sex Vid.

1 comentario:

Guillermo A. Chaia dijo...

jaja, me he partido con los artículos!
¿Para cuando un nuevo número del chuck?