martes, 7 de febrero de 2012

Mundo extraño, mundo sencillo.

Cuando me masturbo utilizo el mismo papel que utilizo como servilletas. Tienen buena absorción y un buen perímetro, van de cojones. Normalmente cojo un par, por si las moscas. El tema es que cuando estoy comiendo y arranco uno de esos papeles me viene a la cabeza la idea de la masturbación. Es más, cuando viene gente a comer a casa y reparto estas servilletes de usar y tirar a mis comensales realmente estoy pensando que todo ese papel está siendo malgastado, todos esos papeles son pajas perdidas, olvidadas en el devenir de la existencia. Pajas que nunca existieron pero que podrían haberse realizado. El cerebro hace este tipo de conexiones, sin duda, vivimos en un mundo extraño.

El otro día todo iba bien, pero hacia el mediodía empecé a notar algo extraño. Los calzoncillos se me colocaban de forma rara dentro de mis pantalones. Eran muy incómodos, se me subían, era algo muy difícil con lo que convivir. Al menos hasta cierto punto. Era incómodo pero podía seguir trabajando, no era EL FIN DEL MUNDO. Así que no le di demasiada importancia pero esa sensación se quedó ahí bien escondida en mi hipotálamo. El día siguió sucediéndose tranquilamente pero esa duda seguía existiendo a nivel subconsciente. El caso es que mientars cagaba por la noche me di cuenta de que la etiqueta con el logo de la marca de los calzoncillos estaba en la parte trasera; estaba coronando mis nalgas. En ese pequeño y costumbrista momento la solución a ese pequeño problema emergió: simplemente me había puesto los calzoncillos al revés. Sentí una agradable sensación de comprensión divina. Las fichas se colocaban, por fin, en su sitio. Todo estaba a bien, equilibrado. Cada consecuéncia tenía su motivo. El mundo, al fin y al cabo, es algo sencillo y coherente.