jueves, 27 de noviembre de 2008

El otro día conocí a una mujer


En esa época estaba trabajando en un almacén de libros infantiles. Mi labor era una mierda, tenía que empaquetar los pedidos y organizarlos para el envío. Me ocupaba de los envíos pequeños y lo hacía en una sala pequeña a un lado del almacén. Eso estaba bien, podía tomármelo con calma y parar un rato para leer el periódico y fumar un poco, nadie me decía nada. Normalmente, de las 8 horas solamente trabajaba unas 6. Fuera estaban todos esos tipos que iban con el toro mecánico arriba y abajo y sudando y fumando puros y bebiendo cerveza y trabajando de verdad. Solamente coincidía con ellos en la hora de la merienda cuando me sentaba a su lado y les escuchaba hablar y escupir en el suelo, yo casi nunca decía nada, solamente deseaba que la pausa terminara y pudiera volver con los envíos pequeños y mis cigarrillos.

Había un tipo llamado Marius que llevaba trabajando en el almacén como 20 años o más, era un tipo bajito pero muy robusto, era como un mamut enano, o algo así. Cuando nos sentábamos a merendar siempre hablaba él, siempre contaba lo mismo y siempre reaccionábamos igual. "-Mi mujer se folla a otro tipo, un camarero del centro. Algún día le partiré la cara a ese hijo de puta-". Claro que sí Marius, claro que sí. Luego se subía a su toro mecánico y cargaba cajas durante 4 horas más. Normalmente yo hacía unos 100 paquetes al día, pero entonces, durante esta época, empezaron a llegar más y más pedidos y tenía que trabajar el doble de rápido. Justo antes del verano siempre pasaba lo mismo, la gente se volvía loca y empezaba a trabajar el doble para tener el setiembre cubierto. Eso a mi me jodía ya que el trabajo se hacía imposible para un solo hombre y entonces cogían a algún niño de mierda que quería ganarse un sueldo para el verano. Odiaba a esos niños que veían este trabajo como un pedazo de mierda temporal para sacarse unas perras, joder, era mi trabajo y ya llevaba como 4 años ahí y no tenía planes de dejarlo.

Estaba leyendo los deportes y fumando mi cigarrillo cuando entró. Era una chica bajita, de unos 23 años. Pensé que sería una estudiante de bellas artes y que se pasaría el día hablando de artistas y pintores o lo que fuera que estudiase.

Primero le costó entender la dinámica del proceso. Leer los pedidos en la hoja, entrar en el almacén, sacar los productos y actualizar el stock. Luego empaquetar según los distintos tamaños y destinos, hacer copia del pedido, engancharlo en el paquete, firmar la hoja de proceso, poner la hora de inicio y de fin y pasarlo al departamento de envío. Lo hacía mal, pero había visto a otros chicos hacerlo peor. "-¿Tienes mujer Blas?-", claro que no. "-¿Dónde has estudiado?-", nunca terminé ninguna carrera. "-¿Qué haces para divertirte?-", trabajo aquí. La chica no paraba de preguntar y hablar. A mi me gustaba estar en silencio, haciendo mi trabajo mientras pensaba en mis cosas, pero la chica siempre estaba preguntándome cosas y hablándome sobre ella. Resultó tener 29 años y estaba terminando traducción e interpretación de no sé qué. Os juro que parecía mucho más joven, casi una niña, pero era una mujer. "-¿Te caigo mal Blas?-", claro que no, por Dios. Nunca le contestaba, la verdad.

A los pocos días la chica ya hacía los paquetes grandes igual de bien que yo, y eso que casi no le dije nada sobre cómo hacerlo, la verdad, era muy observadora e inteligente. Un día empezó a hablar en el idioma ese raro que estudiaba, me sorprendió mucho y me gustó. Me enseñó a decir "hola" y "adiós", sonaba realmente raro, el caso es que a partir de ese día siempre nos saludábamos de ese modo. Los chicos estaban contentos con ella y Marius nunca dijo eso de su mujer y el camarero, creo que quería evitar decir que estaba casado o algo así, ya me entendéis. Ella no era muy guapa, aunque tampoco era fea, digamos que no era mi tipo.

Al terminar la jornada dejaba que se fuera antes y yo me quedaba solo y apagaba las luces y las máquinas, normalmente me fumaba un último cigarrillo y me iba a casa a comer mi lata de guisantes y mi bistec mientras daban la película en el canal local. Ella siempre se largaba sola a casa, pero un día, cuando salí ya tarde, me la encontré charlando con Marius. Me despedí y me largué. En ese momento tuve una extraña sensación, de que algo iba a terminar mal.

Julio ardía como nunca y el almacén era un infierno. Sobretodo en nuestra sección de envíos pequeños. Decidimos ir a buscar un ventilador viejo en el piso de arriba, en las oficinas. Subimos los dos y vimos a todos esos tipos bien vestidos hablando por teléfono, cristo, menuda mierda de trabajo pensé. Buscamos un ventilador que nadie utilizara pero no encontramos nada, entonces ella se acercó a un chico y empezó a hablar con él. Se rió unas cuantas veces y le tocó un poco la corbata, luego el chico nos dejó su ventilador. Joder. Bajando las escaleras le comenté la jugada, ella no dijo nada y me pasó por delante para llegar antes al almacén. Le miré el trasero y la verdad que no estaba nada mal.

Cuando ella empezó a relacionarse más con los chicos durante la hora de la merienda empecé a dejar de ir a comer con ellos. No me gustaba verla hablar nuestro idioma delante de los otros. Se suponía que era como una broma privada de nosotros, de los de envíos pequeños. Dejé de comer con ellos y ella se me acercó un día y me preguntó si me había enfadado. "-Claro que no-", le dije, ella me tocó la mano, me miró y me sonrió. Luego se despidió con nuestro saludo y se largó a casa. Creo que fue la primera vez que se me ponía dura en el trabajo. Esa noche pensé un poco en todo esto, no me terminé el bistec ni los guisantes y no miré ninguna película.

Al día siguiente, al llegar al trabajo, ella ya estaba hablando con Marius, no la saludé y me dirigí al pequeño almacén. No hablamos demasiado durante el día y a la hora de la merienda Marius vino a buscarla y se fueron con todos. Yo me quedé. Cuando volvió me dijo que yo era un tipo raro, que no entendía por qué no merendaba con ellos. No le dije nada y seguí empaquetando. Miré el reloj y eran las 8 de la tarde. Las 8 y cinco minutos. Fue en ese momento cuando ella se sacó la camiseta y me mostró sus pechos. Era el día 31 de Julio de 1998, el día de mi aniversario, tenía 42 años. Se me acercó y me cogió la cara, yo seguía empaquetando con las manos. Luego me desabrochó la camisa y me sacó el cinturón del pantalón, se arrodilló y me abrió la cremallera. Me bajó los pantalones de pana de color verde oscuro y me apretó los genitales. Luego acercó su cara hacia ellos y me besó el pene con los calzoncillos puestos. Luego me los sacó. Hacía calor en el almacén pero me temblaban las piernas. Aparté el paquete y firmé y puse la hora de finalización. Ella estaba comiéndome el pene en el trabajo. Le cogí la cara y la levanté hacia mi, nos besamos y le besé los pechos, y la cara y el cuello y todo su cuerpo. Nos subimos en la mesa de manipulación y nos desnudamos, os juro que en ese momento no tenía ni puta idea de nada en el mundo. El ventilador hacía un ruido tranquilo y se estaba bastante bien. Estábamos follando entre paquetes y hojas de ruta cuando Marius entró en la sala. Se nos quedó mirando un rato y luego se largó. Nosotros nos tomamos nuestro tiempo y seguimos. Cuando me abrochaba la camisa de nuevo el reloj marcaba las 10 menos 10. Nos despedimos con un beso en la boca y ella se largó, yo apagué las máquinas y ordené un poco el sitio para que los de la mañana no se lo encontraran todo desordenado. Como si alguien hubiera follado allí. Apagué las luces y me largué a casa. Guisantes y bistec, la verdad es que esa noche estuvieron realmente deliciosos.

Al día siguiente ella no vino. Me uní con los chicos en la merienda y Marius contó su "-Mi mujer se folla a otro tipo, un camarero del centro. Algún día le partiré la cara a ese hijo de puta-". Pregunté por ella y alguien me dijo que solamente tenía contrato para el mes de Julio. Marius preguntó por mi mujer, le dije que bien, que se estaba recuperando. No dije mucho más, la verdad es que nunca hablaba demasiado durante la hora de la merienda.

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