jueves, 6 de marzo de 2008

Hdsyf


Estamos preparando una pequeña, y grata, sorpresa para el Saló del Còmic. Para que luego digan que somos unos vagos y maleantes.

El otro día me pasó algo curioso. Me pasé la tarde dibujando en el trabajo, ¿vale?, dibujos de mierda, pero bueno. Al salir me los guardé en el bolsillo de mi nueva chaqueta o lo que sea eso y pillé la bici y me largué a casa a cenar. Cuando llegué a casa cené con calma y luego quise escanear los dibujos DE MIERDA, pero resultó que ya no estaban en el bolsillo. Tenía dos opciones, solamente dos. Sudar, ya que tampoco eran la ostia (que sería lo más normal) o intentar encontrarlos haciendo de nuevo (y a pie) el camino casa-trabajo, una misión imposible. Escogí la segunda opción. Cuando empecé mi pequeña gran aventura cotidiana sabía del cierto que no encontraría una mierda, o que sería muy difícil dar con los 5 Din A-4 con dibujos de mierda. En mi cabeza había organizado un ranking de importancia para las hojas. Pensaba que si sólo encontraba uno, me gustaría que fuera el dibujo de, por ejemplo, las pollas. Luego, si encontraba otro, lo ideal sería que fuera el de las tetas. No sé si me explico.

Empecé a andar y al llegar a la siguiente manzana me planteé volver al querido hogar y abandonar esta estúpida cruzada. Pero seguí, como los hombres de antes.

Paso tras paso, llegué de nuevo a mi trabajo. No había encontrado nada. Había hecho el camino, buscando debajo los coches y zig zageando las calles, como un capullo, para nada. Sabía que aún me quedaba el camino de vuelta, pero si ya no había encontrado las hojas, fijo que no las encontraría al volver. Los putos Din A-4 tenían que estar en el medio de la calle, ya que había ido en bici, y todos juntos y doblados dos veces, que es como los había guardado. No podían estar desperdigados en las aceras o debajo de los coches, aún así lo miré TODO. Pensé que algún gitano o algo los habría encontrado y al ver que habían tetas y coños se los habría quedado para yo qué sé qué.

Empecé la vuelta a casa. Sin esfuerzo ni ganas de buscar. Había entrado en una guerra ya perdida desde el principio. Era un perdedor, sin duda. Llegaría a casa sin nada y habría perdido TIEMPO de sueño. Entonces, en un cruce, casi me aplasta un camión de la basura, eso ya habría sido la ostia. Lo seguí con la mirada, maldiciéndolo, y entonces, en el suelo (que ya había rastreado antes) vi algo, a lo lejos. Como un papel de esos para limpiarse las manos que hay en los baños. Me acerqué poco a poco, deseando que fuera el Din A-4 de las pollas. Me parecía imposible, ya que la textura era como suave, como de papel de arroz casi. Me acerqué, me agaché y lo cogí. Era un papel gastado, lo desdoblé y allí estaba una de mis hojas. Era la de las pollas. Miré alrededor pero no había nada, estaba sola y abandonada. Cristo. Al menos había conseguido el dibujo que más quería. Seguí por esa calle, mirando como un animal de esos que ven a piñón de bien, un lince o un caballo, no sé. Había otra hoja, escondida, un poco más adelante. Era también uno de mis dibujos, pero ése era el que menos quería, el último de mi lista. Seguí cual explorador y encontré dos hojas más sin mucha más dificultad. Lo curioso es que parecía que esos papeles estuvieran vivos, porque nunca los veías a la primera pasada. Es como si se movieran, como si fueran pájaros heridos escondiéndose del olfato de mi perro de caza. Todos los papeles estaban como jodidos, con marcas de piedrecitas, estaban como planchados, aplastados por los coches que les habían dado vida y ganas de correr y esconderse. Habían quedado más planos y finos de lo que eran antes, pero todos estaba intactos, sin agujeros ni mierdas. Solamente me faltaba uno, el segundo de mi lista, uno que me gustaba especialmente. Busqué como un hijo de puta por todas partes, me fui bastante lejos intentando descubrir los pensamientos del papel, intentar deducir por dónde lo habrían empujado los coches, qué tipo de coche era. ¿Era el camión de la basura que casi me mata y que todo el rato tenía delante? Lo seguí, seguí un puto camión de la basura, con el conductor mirándome y pensando -¿qué coño?-. Pasé por calles de mierda, esperando a que recogieran las basuras, mirando entre las ruedas del monstruo para ver si mi OBRA MAGNA (a estas alturas el dibujo de mierda era algo tan deseado que lo tenía como una obra perfecta, había crecido con tanto deseo y tanta dificultad...) estaba entre sus garras. Pero no. No encontré nada. En ningún sitio. Ese papel ya no existía.

Entonces me paré y me rendí. Desistí. Decidí abandonar mi dibujo, el número dos del ranking. Algo dentro de mí me decía que siguiera, que no me rindiera. Que tampoco era tan difícil, si en ese cruce estaban los otros, tenía que estar éste también. Era EVIDENTE. En algún sitio tenía que estar joder. Volví al cruce y, como si nada, lo vi tirado en medio de la calle. Os juro que antes no estaba allí, había buscado por ese trozo de calle durante media hora, y joder, ahora estaba a la vista de todo el mundo, no podía haberme pasado por desapercibido. Estaba vivo, seguro. Mi dibujo estaba vivo como un cabrón borracho que intenta volver a casa. Lo cogí, era el nº 2, mi querido número dos. Os juro que la sensación de haber cumplido la misión me dejó en un estado de tranquilidad, orgullo y perfección inexplicable. Me sentí como el puto Sherlock Holmes. De algún modo era lógico que tenía que encontrarlos, encajó la última pieza y la evidencia se reveló. Lo había logrado.

Mientras volvía a casa con cierta celeridad (llegué a pensar que mi numerosa familia creería que me había largado a beber) pensé en los viejos tiempos. En esos días en que las cosas se hacían en la calle, con las manos, dejándote la piel, pensando, jodiéndote. Antes del puto internet y de los iPod's. Ahora puedes desear cualquier cosa y sólo tienes que buscarla en el puto google y pagarle con paypal. Pero antes no había buscadores, antes tenías que buscarte la vida, espabilarte con lo que tenías, arrastrarte por la calle, golpeando las aceras por un puñado de respuestas. Respuestas que serían perdición, perdición que sería gloria. Buscar en el todo con la seguridad de que no encontrarás nada y deseando encontrarlo todo, es la cosa más bella que ha existido después del vino, las mesas, las sillas y las personas.

El dibujo de arriba es el nº 2, y tiene que ver con lo que estamos preparando para el Saló. El nº 1 resultó ser un dibujo inútil y ya esta en la basura, con el resto de hojas que dibujé ese día.

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