lunes, 19 de julio de 2010
Un bonito pueblo
El pueblo no estaba nada mal. Tenía un gran paseo al lado del mar, las casas eran antiguas, no sabría decir de qué época, pero la obra no era reciente. Era un pueblo pequeño, amistoso. La plaza tenía una bonita fuente en el centro y el suelo era arenoso. A partir de ahí se podía ir hacia 5 callejones, todos cubiertos por la sombra de las casas que los bordeaban. Ni en verano a las 12 del mediodía el sol se molestaba en entrar por esos callejones, y la verdad que eso era de agradecer. Uno se podía sentar delante de una puerta y estar fresquito la mayor parte del día. Las calles eran difíciles de rastrear, nunca seguían una línea recta y a menudo iban cambiando de nombre. Haciendo cierta combinación que no recuerdo, uno llegaba a una pequeña iglésia rodeada de varios árboles, no recuerdo el tipo de árboles. Eran árboles normales. Recuerdo que lo más raro de todo aquello es que en ningún momento vi a nadie. Ni una sola persona. Las casas estaban cerradas y los bares nunca abrían. Fueron 2 semanas muy tranquilas pero al final me tuve que ir. Algo en mi cabeza estaba a punto de estallar. Os lo juro, me dolía la cabeza. Ese puto pueblo era insoportable.
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