A veces tienes la sensación de que todo el mundo es un gran hijo de puta. Todo el mundo menos Hans, claro.
Una vez estaba borracho en un bar hablando con 3 o 4 pavas a la vez. Las tías me estaban escuchando largar mierda, atentas, todas ellas bellísimas. Bromeábamos y tal y yo me sentía como el rey del mundo, como el tío ése en la peli de Titanic. Todo era genial. De repente, pese a que la situación no podía ser mejor, decidí irme a casa a sobar. Abandoné a las mujeres y me largué del bar, tambaleándome como el verdadero perdedor que soy. ¿El motivo? Tardé un tiempo en recordarlo, pero el caso es que me había cagado. Mi cerebro había olvidado ese triste momento en el que me limpiaba el culo solo en el baño, de madrugada, borracho y con esos calzoncillos salpicados de diarrea (o lo que fuera eso) a escasos metros de mi cabeza.
Quiero decir, a veces estás de putamadre y solamente hace falta un pequeño detalle para que todo se metamorfosee en basura. Está claro que en el fondo ese detalle, esa mierda que te lo destroza todo se origina en tu cabeza. Es algo que forma parte de uno mismo, no se trata de algo externo cuyo fin sea joderte. Bueno, por eso la historia de cagarse encima.
Gracias a la gente que ha ido mandándonos mails interesados en Chuck.
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